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Trastornos de alimentación

Trastornos de alimentación e imagen corporal


  • Junto al trastorno alimentario aparece asociado el trastorno de la imagen corporal.
  • La discrepancia entre como la persona percibe su cuerpo y el cuerpo ideal que quisiera llegar a tener, genera esta profunda insatisfacción con su imagen corporal.
  • En las personas que padecen Trastornos de alimentación, la obsesión por la vergüenza corporal junto al “deseo de escapar” y el rechazo del cuerpo, provocan el desarrollo del “yo rechazado” (Seijo,2000).
  • Este “yo rechazado” contiene todo el dolor y el miedo a ser, o volver a ser, esa persona vergonzante, inadecuada, con ningún valor, a la que nadie quiere, incapaz, etc.
  • La imagen del “yo rechazado” es la que se interpone delante del espejo, evitando que la persona se vea de una manera real.
  • El ideal de belleza que se transmite es de delgadez, un peso por debajo de lo considerado saludable según criterios médicos.

Trastornos de alimentación

Junto al trastorno alimentario aparece asociado el trastorno de la imagen corporal. En este trastorno, la autoevaluación que la persona hace de su cuerpo está exageradamente influida por el peso y la silueta, que genera preocupación e insatisfacción persistentes. Dicha insatisfacción se deriva tanto de una distorsión perceptiva como de unos objetivos irreales de tamaño y peso. La persona compara su cuerpo con los cuerpos de otras personas, buscando los defectos en el propio; defectos que han de ser modificados en función de unos criterios sociales establecidos y unos cánones estéticos considerados como válidos. Estos cánones se basan en patrones físicos aprendidos desde la infancia (sociedad, medios de comunicación, redes sociales, familia, etc.).

La discrepancia entre como la persona percibe su cuerpo y el cuerpo ideal que quisiera llegar a tener, genera esta profunda insatisfacción con su imagen corporal.

Durante el curso de la enfermedad, la preocupación por el peso y la forma del cuerpo provocan una gran angustia, lo que hace que la persona que padece el trastorno “desee escapar” de su cuerpo. Intentará no pertenecer a él, ni estar en contacto con él. Como si fuese algo ajeno. Se puede ver reflejado en comentarios tales como: “este cuerpo no me pertenece, me tocó vivir en él y no quiero”, “odio mi cuerpo. Ojalá pudiera hacer desaparecer lo que no me gusta”, “mi cuerpo es como una carcasa que estoy obligada a llevar”.

Sentimiento de rechazo

Junto al sentimiento de rechazo y “deseo de escapar” del cuerpo, aparece la distorsión de la imagen corporal. Thompson (1992) la definió como un persistente estado de insatisfacción y preocupación relacionado con algún aspecto de la apariencia física. Es importante identificar el grado de insatisfacción que la persona siente acerca de su imagen corporal negativa.

Puede abarcar desde el descontento por algún elemento del aspecto físico (la imagen corporal puede ser negativa en un grado en que la persona no se vea perjudicada), hasta la obsesión extrema que limita el funcionamiento normal (la imagen corporal negativa que presenta problemas es aquella que tiene repercusiones negativas y limita el día a día).

Con la imagen negativa, se desarrolla lo que Janet (1947) nombra como “la obsesión por la vergüenza hacia el propio cuerpo” que implica el miedo a ver el cuerpo como ridículo. En el mundo interno de las personas que padecen trastornos alimentarios, esta obsesión por la vergüenza corporal junto al “deseo de escapar” y el rechazo del cuerpo, provocan el desarrollo del “yo rechazado” (Seijo,2000).

Este “yo rechazado” contiene todo el dolor y el miedo a ser o volver a ser esa persona vergonzante, inadecuada, con ningún valor, a la que nadie quiere, incapaz, etc. Esta parte adquiere un papel crucial en el trastorno alimentario y es el epicentro del trastorno de la imagen. El concepto del “yo rechazado” se puede explicar mediante la idea de aquello que la persona no quiere volver a ser nunca más; la imagen que la persona rechaza de sí misma del pasado, que representa ese “yo” que desprecia, le avergüenza y que mantiene la preocupación de “poder volver a ser así”. Se podría entender mejor con un ejemplo:

Terapeuta:

Muchas personas tienen un “yo rechazado”, es decir una parte dentro de ellas que corresponde a lo que no quieren volver a ser nunca más, por la que además sienten desprecio y mucho rechazo. Podrías decirme si sientes dentro de ti un “yo rechazado” así.

Paciente:

Si, yo tengo un “yo rechazado” enorme. Es la yo de cuando tenía catorce años, en la época en la que estuve super gorda y en la que me empezó a salir todo el acné. Además, tuve problemas con algunos amigos y lo pasé mal. Me daban vergüenza muchas cosas. No puedo pensar en eso porque me entra mucha angustia. Odio esa yo que fui.

El “yo rechazado” es como una imagen impresa en la mente de la persona y está casi todo el tiempo presente. También se ve influenciada por un “yo ideal” al que la persona tiene el objetivo, habitualmente poco realista, de querer alcanzar.

Los comportamientos con la comida, con el cuerpo y la vida de la persona en general, se ven comprometidos por este fenómeno (emocional y cognitivo). La imagen del “yo rechazado” es la que se interpone delante del espejo, evitando que la persona se vea de una manera real. En su lugar, la persona ve la imagen que representa al “yo rechazado” del pasado. De manera que perciba y sienta la imagen del “yo rechazado” como la imagen real.

Esta situación hace que se perpetúen las compensaciones a través de los comportamientos insanos y disfuncionales en un intento de cambiar su cuerpo, cuando el cuerpo ya no es el mismo que la persona ve reflejado en el espejo.  Es decir, las personas que tienen insatisfacción corporal acaban deformando/distorsionando la imagen que perciben de su propio cuerpo, lo que genera actitudes y conductas más extremas con respecto al propio cuerpo (evitar situaciones en las que pueda ser observado como no ir a la playa o no ponerme manga corta…, dietas, ejercicio excesivo, etc.) que perpetúan el problema.

El trabajo con la distorsión de la imagen corporal incluye el trabajo con el “yo rechazado” para disminuir toda la aversión que esta parte genera en el mundo interno (lo que pienso y siento sobre mí, lo que pienso sobre cómo los demás me ven, etc.), que favorece y perpetúa cómo la persona se ve.

Nuestra sociedad

Sumado a lo anterior, hay que señalar el valor que nuestra sociedad actual otorga al cuerpo y la apariencia física. Este valor ha ido creciendo en importancia con el paso de los años. Por una parte, se observa un ritmo de vida acelerado que promueve la ingesta de alimentos pre-cocinados y en ocasiones un cierto abuso de comida poco sana junto a una tendencia al sedentarismo.

Por otra parte, los medios de comunicación promueven incansablemente la necesidad de tener un cuerpo delgado, firme, sin arrugas, con vientre plano o musculado, etc. Asociando finalmente, de manera más directa, el éxito con una imagen física determinada y vendiendo la idea de que se puede conseguir moldear el cuerpo a nuestro antojo con los productos adecuados.

Los refuerzos que se han asociado a la belleza son tales que las personas acaban creyendo que con un cuerpo determinado serán mejores y más felices y terminarán valorándose de una manera global, a partir de su imagen corporal.

La insatisfacción

no sólo aparece en personas con sobrepeso, sino que, debido a los modelos de belleza impuestos en los últimos años, las personas con un peso normal también tienden a sentirse insatisfechas con su imagen corporal, muy especialmente en la adolescencia.

Los cambios corporales que se producen en la adolescencia pueden no ser bien recibidos, puesto que los jóvenes se encuentran una realidad corporal que no coincide con el ideal social. La prevalencia de los trastornos de alimentación sigue siendo mayor en mujeres que en hombres y el ideal que se asocia es el de la delgadez extrema. En el caso de los hombres, el ideal no es tanto la delgadez, si no la musculación.

A pesar de que algunas empresas empiezan a tener en cuenta su influencia en el desarrollo de trastornos alimentarios en la población, el camino que queda por recorrer es aún largo. Podemos observar campañas poco acertadas, que tal vez pretenden ir en este sentido pero que acaban poniendo básculas y maniquíes de tallas muy pequeñas en sus escaparates.

El ideal de belleza que se transmite es de delgadez, un peso por debajo de lo considerado saludable según criterios médicos. No es de extrañar que cada vez observemos más insatisfacción corporal, más malestar asociado al físico y una mayor incidencia de trastornos de la conducta alimentaria.

La insatisfacción corporal se intenta mitigar o subsanar a través la realización de dietas que no terminan de cumplir el objetivo deseado y que generan más frustración y sentimientos de poca valía personal.

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